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El abuelo era un hombre de carácter fuerte, era tenaz, trabajador y respetuoso de las ideas de los demás. En cierta ocasión en que platicaba con varias personas en una comida organizada por él, que por cierto eran muy frecuentes.
Uno de los vecinos, mientras conversaba, se quedó mirando un recipiente grande que estaba en una esquina de la casa y preguntó: —¿Qué es eso?— el abuelo, le contestó: —Es miel, que le encargué a mi amigo Andrés. El vecino, que se caracterizaba por ser muy negativo, volvió a preguntar. — ¿Y cuántos litros le encargó, vecino? — mi abuelo, muy agradecido con su amigo, aprovechó para decir: — ¡Encargué 10 litros!,— y añadió — ¡Es miel de calidad!.
Creo que las cosas hubieran terminado ahí, sólo que el vecino provocó algo que toda la vida voy a recordar como una lección de amistad. El vecino, señalando el recipiente, dijo con ironía. —¡Pero vecino, le están viendo la cara! ¡le engañaron, ese recipiente es de 8 litros máximo!—
El rostro del abuelo palideció, inmediatamente contestó. — No vecino, no se equivoque, el recipiente que tengo es de 20 litros y usted puede ver que está lleno hasta el borde.
Don Andrés el amigo de mi abuelo que había permanecido en silencio hasta esos instantes, terció. — Mire señor, a usted no le conozco y no tendría razón suficiente para contestarle, pero ha puesto en duda el valor de mi amistad. Mi amigo, me hizo un encargo y entre amigos, las medidas son del tamaño del corazón.
En la mañana me preparé para visitar a mi amigo y traje los 10 litros de su encargo, más otros 10 litros porque él ha sido conmigo un hombre a “carta cabal”.
Pero como su duda es ofensiva, quiero pedirle que mida esos litros de miel, si yo estoy mintiendo, me comprometo a traerle a usted, 10 litros de miel cada semana, pero si no miento, no me juzgue sin conocerme.
Mi abuelo extendiendo su mano sobre el hombro de su amigo, dijo para todos los que estábamos presentes: —Andrés es mi amigo, si yo permito que usted, vecino, intente comprobar algo, es darle valor a su duda y de ninguna manera estoy dispuesto a hacerlo; pero le exijo que le pida una disculpa a mi amigo o que salga de mi casa —
El vecino avergonzado, pidió disculpas. Desde ese día, cuando don Andrés llegaba a casa, toda la familia lo trataba de una forma especial, porque era “el amigo del abuelo”.
Sé que tener un amigo es un gran tesoro, que en todo tiempo ama el amigo y es como un hermano en tiempo de angustia y que quien tiene amigos ha de mostrarse amigo, y amigo hay más unido que un hermano. Por eso, cuando Jesús me llama su amigo, siento que debo estar a la altura de su amistad, para que nadie ponga en duda que soy su amigo.
Fuente: http://conexiongospel.com
Aportar Bienestar Socio-Emocional
La mayoría de los abuelos quieren mucho y en
forma incondicional a sus nietos y nietas, pero algunos, en ausencia de los
padres por enfermedad, negligencia de ellos o su fallecimiento, deben asumir el
cuidado y educación de los niños. Otras veces se trata de un apoyo
parcial, debido al trabajo de los progenitores, en otras simplemente se trata
de una forma ancestral de cooperación en la compleja aventura que es la
crianza.
Cuando los abuelos participan activamente en la
crianza de sus nietos, sin lugar a dudas se benefician todos: los padres, a los
que se les alivia en algo la tarea; los nietos, que adquieren más vínculos , y
también los abuelos, que se revitalizan al tener contacto con las nuevas
generaciones.
Denise, una madre de tres niños que quedó viuda
tempranamente, dice: “Mi vida hubiera sido muy distinta sin la ayuda cotidiana
de mis padres. La presencia de ellos me ayudó a recuperar la seguridad
que había perdido con la muerte de mi marido. Tengo tantas cosas que agradecerles”.
La experiencia de criar hijos es diferente a la
de hacerse cargo de los nietos, en parte por la perspectiva que da la madurez y
también por que se tiene menos energía para ello. Las abuelas, más que
los abuelos, tienden a asumir el rol del cuidado de los nietos, pero cuando los
abuelos también participan, para los niños es una experiencia maravillosa.
Es importante no reemplazar ni liberar del todo a
los padres de sus deberes. Los abuelos son coeducadores, que aportan
significativamente a la felicidad y al bienestar socio-emocional de los nietos,
debiendo alinearse al estilo educativo que los padres han diseñado para sus
hijos, salvo que este sea un estilo maltratador o negligente.
Cuando hay una ausencia temporal, la presencia de
los abuelos debe dar afecto y contención, respetando las normas educativas de
los padres, lo que le permite al niño deducir que las reglas que ponen los
adultos no son arbitrarias, sino que han sido puestas para su beneficio.
En el caso de que la ausencia sea definitiva, por
abandono o muerte de los padres, los abuelos deben realizar la función
educativa que correspondía hacer a los padres con seguridad y firmeza. Querer a
un niño es estar atento a sus necesidades, pero también saber ponerle límites y
estimular su desarrollo.
Rachel Renée Rusell, en el libro
“El diario de Niki 3″, escribe la siguiente dedicatoria:
“A mi abuela Lillie Grimmett. ¡Felicidades en tu
90 cumpleaños! Gracias por una infancia con un suministro inagotable de
lápices, papel, abrazos y sueños”. Esta dedicatoria hace justicia a la muchas
veces invisible pero fundamental tarea de ser abuelo o abuela.
Fuente: Psicóloga Neva Milicic.
“Revista Ya” El Mercurio
http://noticias.bostoncollege.cl
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